domingo, 14 de noviembre de 2010

CUENTO 2: El niño de la balsa de cáscara de nuez


Un día hace muchísimos años, en unas islas de la Polinesia, unos isleños comenzaron a ver cómo los alimentos de su isla mermaban día tras día. Uno de ellos, al ver que no había esperanza, construyó durante meses una pequeña balsa con cáscaras de nuez, y guardó algo de su comida. Quería una oportunidad para su hijo, así que le puso en la balsa con la comida, se despidió llorando de él y echó la balsa al mar.

El pequeño niño se pasó días y días enteros durmiendo en la balsa, mecido por el oleaje y despertándose sólo para comer. Pero semanas después, la comida casi se le había terminado y no había llegado a tierra. Para colmo, la balsa empezaba a desgastarse, y pronto se rompería. Un día, a la balsa le salió un agujero y comenzó a entrar agua. El niño se desesperó, pero por suerte un pelícano llegó para salvarle. Le dejó un hueco en su pico, y el niño vio su balsa hundirse. El niño le contó al pelícano su historia, y éste le dijo que conocía un mundo donde se acogía a todas las personas, no importaba cómo fuesen o de dónde viniesen.

Después de días y más días de vuelo, en los que el niño se entretenía viendo el océano, llegaron a ese lugar. El pelícano se despidió del niño y éste se deslizó suavemente hasta el suelo de ese nuevo mundo. Allí todo era de color verde y había comida suficiente para todos. Un hombre y una mujer sin hijos le encontraron y decidieron cuidarle como si fuese su hijo. El niño encontró una nueva familia y vivió en aquel mundo mejor, pero nunca jamás pudo olvidar el sacrificio que hizo su padre porque él pudiese llegar a ese mundo.

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